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martes, 17 de julio de 2012

El príncipe y la corista

Marilyn Monroe está más natural que nunca. Y tan bella y deseable como siempre, -Niágara, Con faldas y a lo loco, Vidas rebeldes y tantas otras-. Por Dios, qué mujer.

Laurence Olivier, que es un rey de un país imaginario y que vive rodeado de lujos, pero que nunca se ha enamorado, conoce a la cantante corista, Marilyn Monroe, la invita a cenar a su castillo y surge el amor entre ambos. El problema es que él no está muy acostumbrado a expresar sus sentimientos, pues se ha tomado muy en serio lo de dirigir los destinos del mundo, y está demasiado preocupado por si estalla la Revolución, por lo que ella en varios momentos de la película se sientre más atendida por el hijo del rey, un chavalillo de 16 años, que es el regente, y que pronto se convertirá en rey.

Y las 2 horas de la película consisten en ver a Marilyn haciendo gamberradas en el castillo, las cuales atraen la atención primero y más tarde excitan sobremanera a su rígido rey Laurence Olivier, aunque éste tenga que guardar las apariencias durante toda la película antes los centenares de sirvientes.

Pero eso sí, Marilyn llena completamente la película, con sus risitas, sus borracheras, -papel que siempre borda Marilyn el de chica que ahoga sus penas amorosas en alcohol, ver la prodigiosa Con faldas y a lo loco-, sus besazos, sus reverencias, sus contestaciones cuando la habla en idiomas que no conoce, sus conversaciones a solas diciéndose a sí misma -Ten cuidado, no te enamores-, sus despedidas -hasta 4 veces es invitada a abandonar el castillo, con lo cual el cuento de Cenicienta parece terminar-.

Y ¿qué decir del final de la película?: ¿la admitirá el rey finalmente como parte de su vida, o la abandonará tras el tórrido romance?. No soy yo quien se lo cuente, pues la película merece, sin duda, ser vista.

Además la música del violinista detrás de la puerta y la de la Iglesia de Notre Damme en la coronación de otro personaje de la película son también muy bonitas.

Puro humor balcánico, diferente al humor inglés, -así describe ella a su rey ante las amigas-; humor balcánico, que no volcánico, aunque la peli sea un volcán en erupción. Cuanta pasión. Y que bien. Simplemente perfecta.


TÍTULO ORIGINAL The Prince and the Showgirl
AÑO 1957




DIRECTOR Laurence Olivier
GUIÓN Terence Rattigan
MÚSICA Richard Addinsell
FOTOGRAFÍA Jack Cardiff
REPARTO Laurence Olivier, Marilyn Monroe, Sybil Thorndike, Richard Wattis, Jeremy Spenser, Esmond Knight, Maxine Audley, Jean Kent
PRODUCTORA Warner Bros. Pictures
PREMIOS 1957: Premios David di Donatello: Plato dorado (Marilyn Monroe)


SINOPSIS En 1911, embajadores de toda Europa acuden a Londres para asistir a la coronación de George V y la reina María. Uno de estos enviados pertenece a la embajada del reino de Carpatia y no es otro que el propio regente del país, el Gran Duque Carlos. En su primera noche en la capital británica, el Gran Duque decide visitar el Coconut, un cabaret en el que actúa como corista la señorita Marina.
CRÍTICAS ----------------------------------------
La crítica predijo que Marilyn no estaría a la altura del "rey de la escena" Olivier, pero el talento de la bella actriz quedó patente con una interpretación en la que roba plano tras plano al inglés con su asombrosa naturalidad. Una divertida comedia que, quizá involuntariamente -conocido el ego del aquí director y actor-, se convierte en un teatral y esplendoroso vehículo para lucimiento de la Monroe.

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