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domingo, 17 de julio de 2011

Los viajes de Sullivan






Título original: Sullivan's Travels
Año: 1941
Duración: 90 minutos
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Preston Sturges
Guión: Preston Sturges
Música: Leo Shuken & Charles Bradshaw
Fotografía: John F. Seitz (B&W)
Reparto: Joel McCrea, Veronica Lake, Robert Warwick, William Demarest, Franklin Pangborn, Porter Hall, Eric Blore, Robert Greig, Jimmy Conlin
Producción: Paramount Pictures

Un cuento, literalmente una parábola o fábula, casi diría que el paradigma del cine dentro del cine.


El argumento del filme tiene, en resumen, este endiablado desarrollo. En pleno periodo de la Gran Depresión americana, John L. Sullivan (Joel McCrea) es un célebre y exitoso cineasta de Hollywood, que ha hecho fortuna haciendo películas «ligeras», «de entretenimiento». En consecuencia, y dadas las circunstancias presentes, Sullivan sufre una crisis de conciencia social. Comunica al jefe de los estudios, Mr. Lebrand (Robert Warwick), su intención de cambiar de registro cinematográfico (en una escena frenética, de atropellados diálogos, rodada en un plano-secuencia).

Según afirma, desea dejarse de comedietas y otros cuentos, y pasar al cine de verdad, el comprometido con la realidad circundante. Para tal fin, propone adaptar a la pantalla la novela Oh Brother, Where Art Thou?, de temática rigurosamente «social» (los hermanos Coen, en su labor cinematográfica de fussion —consistente en hacer pasar los géneros clásicos por el ojo de su objetivo— consumaron el correspondiente «homenaje» ad hoc en el filme O Brother! [2000]).


Tras la repentina transformación del director, el equipo directivo del estudio procura que entre en razón. Empiezan por refrescarle la memoria: si nada sabe él de la penuria económica y de pasar necesidades, ¿cómo va a rodar una película sobre aquello que materialmente desconoce? Sullivan duda un instante. Mas creciéndose cual Gulliver ante la adversidad, encuentra la solución del problema: se hará pasar por mendigo, recorrerá el país real, convivirá con los desposeídos y menesterosos de la «América profunda».


En suma, para saber qué es la pobreza, se pondrá en el lugar del pobre. Tras la iniciación caballeresca, Sullivan estará en condiciones de hacer la película deseada.

¿Cuál es el primer paso para transformarse en pobre? Vestirse de pobre. La prueba ante en espejo del disfraz de pordiosero, ante el ayuda de cámara (Eric Blore) y su mayordomo (Robert Greig) constituye una escena tan genial como demoledora. Los dos criados principales —mayordomo y ayuda de cámara— intentan persuadir al amo para que desista de llevar a cabo tal disparate, semejante mascarada.


Detengámonos en algunos momentos del diálogo:


Sullivan: Quiero saber qué sienten los pobres. Haré una película sobre eso.

Mayordomo: Con su permiso, señor, el tema no es interesante. Los pobres lo saben todo sobre la pobreza. Sólo a los ricos morbosos les entusiasmará el tema.

Sullivan: Lo hago por los pobres.

Mayordomo: Dudo que lo aprecien. Les molesta que violen su intimidad, y a mi juicio, con razón.

El valet, apercibiéndose de la cosa va en serio, expresa su protesta ante la parodia en marcha. El discurso del sirviente que viene a continuación es propio de un cicerón, o mejor, de Catón el viejo.


Mayordomo: Los ricos y los pensadores, que suelen ser ricos enfocan la pobreza como una ausencia, como la falta de riqueza, al igual que la enfermedad como la falta de salud. Pero no es así. La pobreza no es la falta de algo, sino la presencia de una plaga virulenta en sí, tan contagiosa como el cólera, siendo la suciedad, el crimen, el vicio y la desesperación algunos de sus síntomas. Uno debe alejarse de ella, incluso para estudiarla. Debe huir de ella


Pero, Sullivan ha sido infectado de idealismo sin fronteras. La ayuda al infortunado está en acción. Siguiendo los pasos perdidos —y un tanto enajenados— de este quijote de Hollywood, igual que una corte acompaña a un rey, parte del equipo del jefe le sirve de escolta en una «camioneta-escoba». Pero, la primera parte de la aventura acaba pronto. Tras la «primera salida», que le conduce a una «posada» comandada por una viuda con ganas de ponerse en la piel de Dulcinea, Sullivan huye, hace autostop, le recoge un camión, dónde va, a cualquier parte. Cuando despierta, el buen samaritano al volante le ha traído de vuelta a… Hollywood.


No sé si los ricos lloran, pero desde luego tienen hambre, en especial cuando llevan muchas horas sin comer. Sullivan halla a pocos metros del desembarco, otra venta. En el bolsillo, 10 centavos tienen que darle de comer. Lo que sea. Mas en el figón, una joven, «la chica» (Veronica Lake), actriz sin oficio ni beneficio, se preocupa de que coma algo sólido («Lo bueno de invitar a un hombre a comer es que no tienes que reírle las gracias»). El caballero andante ha encontrado, al fin, a su escudero; o mejor dicho, a su Sanchica... Agradecido, Sullivan le confiesa su verdadera identidad. Tras reponerse de las fatigas sufridas en la mansión del hidalgo de las películas de aventuras, esta extraña pareja emprende la «segunda salida» en pos del ideal de justicia. Esta vez, en serio, van a por todas.


Los viajes de Sullivan es mucho más que una (genial) película. Más incluso que un logradísimo compendio de géneros diferentes: screwball, slapstick, película de persecuciones, comedia romántica y sofisticada, drama carcelario, drama social, cine de acción y de aventuras, cuento de hadas, incluso musical, cine de animación (en inserto esencial), melodrama, policiaco y cine dentro del cine.

Los viajes de Sullivan representa, en suma, un homenaje al cine en su conjunto (aunque, muy especialmente, a la comedia).


Por este el filme «total» se pasean o corretean, en espíritu o en carne mortal, el cine silente y el sonoro; el «Chico» de Chaplin (la «chica» con gorra); Cervantes y John Steinbeck; King Vidor, Capra, Lubitsch y otros grandes de Hollywood; el Gordo y el Flaco… ¡Quién da más!

Habrá que esperar hasta 1952, para encontrar, en Cantando bajo la lluvia, de Stanley Donen y Gene Nelly, otro esfuerzo cinematográfico semejante. Una celebración de la historia del cine, concentrada, para nuestro propósito, en ese número musical glorioso, Make'em Laugh (Hazles reír), interpretado por Donald O’Connor. Once años antes ya lo hizo y dijo Preston Sturges.

¿Y qué fue de Sullivan tras sus andanzas justicieras?


Sullivan: Me da apuro decirlo, pero no quiero hacer Oh Brother, Where Art Thou? Quiero hacer una comedia.


Mr. Lebrand: ¿Que te da apuro? Oh, lo dice muy en serio. No quiere hacer Oh Brother, Where Art Thou? Quiere hacer una comedia

Mr. Jonas (William Demarest): No habla en serio, jefe. Todavía está trastornado.

Sullivan: ¡Hablo en serio! No estoy trastornado.

Mr. Lebrand: Bromeas, ¿verdad?

Mr. Jonas: Es una broma de mal gusto.

Sullivan: No.

Y Sullivan/Sturges rodó, finalmente, esa comedia, y otras más. Y no llevó a la pantalla Oh Brother, Where Art Thou?

Los viajes de Sullivan: una de las más inteligentes, ácidas y divertidas películas de todos los tiempos. Dirigido por Preston Sturges.

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