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sábado, 16 de julio de 2011

Ladrón de bicicletas



Multipremiada película del neorrealista Vittorio De Sica en el que un obrero en paro debe hacerse con una bicicleta para encontrar trabajo.


El cine neorrealista se caracteriza por tramas ambientadas entre los sectores más desfavorecidos, mostrando una Italia deshecha y miserable, con abundante uso de rodajes en exteriores. Faltos de decorados y de medios debido a la ocupación de los estudios Cinecittà por una multitud de personas desalojadas a causa de las penurias de la guerra, las películas se rodaban con las devastaciones bélicas de fondo. Se utilizan nuevos modos de producción con iluminación natural y una importante presencia de actores no profesionales entre sus secundarios y, a veces incluso, entre sus protagonistas. El neorrealismo italiano se caracterizó básicamente por mostrar las cosas tal cuales eran hablando de temas profundos. Europa se encontraba en plena posguerra y como le ocurre a todo arte, el cine también sufrió los cambios que resienten en lo social, recayendo éstos en sus obras. El LADRÓN DE BICICLETAS fue filmado en 1945, pocas semanas antes de que terminara la II Guerra Mundial. Supuso el lanzamiento al estrellato de su apenas conocido director, Vittorio De Sica y, más importante aún, la definitiva consagración del neorrealismo italiano en el contexto cinematográfico internacional.La narración, por otra parte, es perfectamente clásica. Su estructura es cíclica: el protagonista sale de la multitud anónima en la primera secuencia y vuelve a ella al final. Maravillosamente fotografiada en un crudo blanco y negro, casi en tono documental, EL LADRÓN DE BICICLETAS presenta un intencionado escenario de la posguerra lleno de personajes que, perdidos en su anonimato, impregnan sus carencias por las pobladas y vívidas calles romanas. Una joya testimonial.Más que por su tenue mensaje social, El Ladrón de bicicletas perdura hoy como un documento insustituible de la Italia de posguerra; y, sobre todo, por la metáfora escondida en el argumento, y por la magnífica historia entre el padre y el hijo (lo que uno y otro descubren de sí mismos en su afanosa búsqueda.) Un hito del cine mundial.


Octavo largometraje de De Sica y una de sus obras más emblemáticas. Escrita por Cesare Zavattini y De Sica, con un grupo de colaboradores, se basa en la novela “Ladri di biciclette” (1946), de Luigi Bartolini. Se rueda en escenarios reales de Roma entre mayo y junio de 1948. Nominado a un Oscar (guión), gana el Oscar honorífico a la película de habla no inglesa. Producido por Giuseppe Amato y De Sica para PDS, se estrena el 24-XI-1948 (Italia).La acción dramática tiene lugar en Roma en 1948, a lo largo de unos pocos días. Antonio Ricci (Maggiorani), en paro desde hace más de 2 años, consigue a través de la oficina de empleo de su barriada (Città Valmelaina) un empleo municipal de fijador de carteles. Por contrato se le exige que ha de disponer de bicicleta. Poco después de iniciar su primera jornada laboral, se la roban al descuido. Antonio es obrero manual, está casado con María (Carell). Desilusionado y desesperanzado forma parte de la legión de trabajadores en paro de larga duración de la Posguerra. Malvive gracias al subsidio de paro y a las ayudas de la beneficencia.El film presenta un detallado retrato de la Roma de 1948, cuando habían transcurridos 3 años desde la finalización de la IIGM. La cámara muestra las colas del paro, la desesperanza de los parados, la presencia en las calles de mendigos, descuideros, vendedores furtivos, las colas de las casas de empeños (Montes de Piedad), las colas para tomar el tranvía o el trolebús, comedores de caridad, prostíbulos, videntes, etc. Las imágenes, directas y sinceras, dan testimonio de un país arruinado por la guerra, azotado por la miseria y paralizado por la incapacidad de las instituciones públicas. La narración está hecha con ánimo más documental y testimonial que reivindicativo.La historia es sencilla, simple, casi minimalista, pero directa, conmovedora e intensa. Los intérpretes son actores no profesionales, que aportan verismo y naturalidad. Los personajes son seres corrientes, normales, del montón. No se emplean decorados artificiales: se rueda lo que hay según se ve, sin artificios, ni adornos. El guión elabora unos diálogos que reflejan el modo de hablar de las personas sencillas. Desarrolla una progresión dramática creíble y convincente, que se focaliza en la desesperación individual. La autenticidad y realismo que animan al film son posiblemente las causas por las que éste conserva su frescura y su fuerza.En un segundo nivel narrativo, se explican las relaciones padre/hijo, puestas a prueba en la empresa de buscar la bicicleta sustraída. La dinámica de los hechos hace que las actitudes de ambos evolucionan, maduren y se transformen. La figura de Bruno (Staiola), de 6 años, listo, tierno y afectuoso, compone uno de los personajes infantiles más atractivos del cine. La obra incorpora momentos de emotividad chaplinesca: la comida de niño rico y del pobre en el restaurante, la ternura de Bruno evoca la de “El chico” (Chaplin, 1920) y el emocionante plano final.

La cinta plantea cuestiones intemporales, de interés actual, como el trabajo por cuenta ajena de menores (Bruno en la gasolinera como recadero), la escolarización no obligatoria, los desastres perdurables de la guerra, las deficiencias de la Administración y de las Instituciones públicas, el derecho al trabajo, el drama del paro de larga duración, la insuficiencia de los servicios público (transporte, seguridad, policía...), etc. Junto con “El limpiabotas” (1946), “Milagro en Milán” (1950) y Humberto D” (1952), el film compone la tetralogía que De Sica y Zavattini dedican a la realidad italiana (por extensión europea) de la posguerraSergio Leone debuta como auxiliar de dirección y extra (capellán día de lluvia). La bicicleta tenía en la Italia de 1948 resonancias de libertad singulares, dada la prohibición de su uso durante los años de la ocupación alemana. El film es homenajeado por Woody Allen en “Broadway Danny Rose”.La música, de Alessandro Cicognini (“El limpiabotas”) compone una partitura melancólica, de cuerda y viento, con melodía a cargo del clarinete. Añade una alegre canción popular con guitarra y mandolina. La fotografía, de Carlo Montuori, en B/N, elabora imágenes rigurosas, realistas y de admirable sencillez clásica. Hace uso frecuente de perspectivas panorámicas y encuadres generales.


Obra mítica de la historia del cine.

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