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martes, 3 de mayo de 2011

Ninotchka



Greta Garbo es una estricta agente comunista de Rusia que es enviada a París para investigar el trabajo de tres camaradas, tres delegados comerciales que han sido seducidos por las trampas del capitalismo. Allí conocerá a Melvyn Douglas, un apuesto caballero que le enseñará los encantos de la capital francesa... ¡y a reír!. Obra maestra, una de las mejores comedias de todos los tiempos. Basada en un musical de Broadway titulado "Silk Stockings". Publicitada como "Garbo ríe" (Garbo Laughs!), en referencia a la publicidad de "Garbo habla" (Garbo Talks!) de su película "Anna Christie", de 1930.


Los camaradas Iranoff, Buljanoff y Kopalski han sido enviados a París para obtener dinero para el Gobierno ruso mediante la venta de las joyas confiscadas a la gran duquesa Swana, que vive en la capital francesa. Los tres camaradas se instalan en un hotel de lujo mientras los tribunales franceses deciden quién es el verdadero propietario de las joyas. El Gobierno ruso envía a Nina 'Ninotchka' Ivanovna Yakushova a arreglar las cosas.


Ninotchka (1939)



DIRECTOR
Ernst Lubitsch
GUIÓN
Charles Brackett, Billy Wilder, Walter Reisch (Historia: Melchior Lengyel)
MÚSICA
Werner R. Heymann
FOTOGRAFÍA
William Daniels (AKA William H. Daniels) (B&W)
REPARTO
Greta Garbo, Melvyn Douglas, Bela Lugosi, Ina Claire, Sig Ruman, Felix Bressart, Alexander Granach, Rolfe Sedan, Gregory Gaye, Edwin Maxwell, Richard Carle
PRODUCTORA
Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
PREMIOS
1939: 4 nominaciones al Oscar: Mejor película, actriz (Greta Garbo), argumento, guión


Ernst Lubitsch: cáustico y elegante; Greta Garbo: virtuosa y elegante; Melvyn Douglas: simpático y elegante (un dandy en blanco y negro). Lubitsch se mueve como pez en el champagne por las interminables estancias del hotel más chic de Paris. Mais oui! Y la Garbo, cuando ríe, parece... ¡una comadreja!, de labios finísimos y dientes afilados; pero, cuando llega la hora de los primeros planos -los ojos, la mirada chispeante, contenida-, se para, literalmente, el tiempo. Su rostro posee tal intensidad que obliga a rendirse a lo evidente: existe el absoluto en la belleza. Cuando la Garbo habla por teléfono, hay alguien al otro lado; cuando la Garbo camina, lo hace sobre pétalos de rosa. Y cuando Lubitsch dirige, sentimos el bouquet del movimiento, ay. ¡La escena de la farola, en medio del tráfico, en la que se conocen-desconocen los protagonistas! ¡Los movimientos de cámara dentro de la suite royale! ¡¡El colorido blanco y negro!! À votre santé, Ernst! El fondo político no pasará a la historia de la sutileza pero, al menos, tiene chispazos de gracia. Una buena comedia en forma de templo, con su diosa bien plantada en medio de la escena, subida a un pedestal de terciopelo.


En definitiva, la película de la dama proletaria y el conde vagabundo.


Estupenda.


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