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martes, 26 de abril de 2011

En busca del pasado dentro del cine polaco





El cine polaco, uno de los más prestigiosos de Europa, indaga en su historia de la mano de directores como el veterano Andrzej Wajda y la joven Ewa Stankiewicz.

El cine polaco ha sido durante décadas uno de los más interesantes y críticos de Europa, con directores tan relevantes como Wojciech Jerzy, Jerzy Kawalerowicz, Krzysztof Zanussi, Andrzej Wajda, Roman Polanski y Krzysztof Kieslowski.

Tras el fin del comunismo y la llegada de la economía de mercado, la cinematografía polaca ha sobrevivido al empuje de la industria estadounidense y recupera esplendores de antaño. También echa la vista atrás para revisar y comprender mejor su atormentado pasado. En la etapa comunista, el cine desempeñó un papel importante en la vida cultural a pesar de la censura, la ausencia de libertades públicas y la penuria económica.

La Escuela Superior de Cine, Teatro y Televisión de Lodz fue, y sigue siendo, una de las más prestigiosas del mundo y el cine documental. Después de la II Guerra Mundial, dio vida a obras maestras que supieron capear inteligentemente la censura y ganaron numerosos premios nacionales e internacionales. Se dieron a conocer grandes directores, como Kazmierz Karabasz y Jerzy Bossak, y varias generaciones de cineastas pasaron por la escuela del documental: Andrzej Wajda, Andrzej Munk, Krzysztof Kieslowsk. Tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, los directores y guionistas se vieron liberados de las ataduras del pasado, pero se enfrentaron a las dificultades propias de una economía capitalista: la competencia y la lucha por el público.

La década de los 90 fue una explosión de libertad. Largometrajes como ´Ucieczka z kina Wolnosc´, de Wojciech Marczewski, o ´Los perros´, de Wladyslaw Pasikowski, reflejan una etapa muy agitada, creativa y llena de ilusiones. Llegaron otros directores con proyectos nuevos y ambiciosos: Jan Jakub Kolski, Wladyslaw Pasikowski, Krzysztof Kieslowsk. Nueva etapa Hay películas para todos los gustos, y algunos críticos lamentan que los directores de este país estén demasiado influenciados por las grandes producciones estadounidenses.

Las dificultades económicas y la debilidad de la industria nacional son otras de sus características. El país de Federico Chopin vive una etapa de grandes cambios y muchos ciudadanos quieren olvidar su trágica historia y optan por vivir plenamente el presente. Pero otros polacos apuestan por conocer su pasado más reciente y reconstruir lo que ocurrió a partir de la II Guerra Mundial, cuando Polonia quedó en manos del totalitarismo nazi y comunista hasta el ocaso del ´socialismo real´ hace casi 20 años. Un sector se decanta por esta tarea.

La última película de Andrzej Wajda, ´Katyn´ -que relata la masacre de más de 20.000 oficiales y civiles polacos por los soviéticos en los bosques ucranianos de Katyn, en la primavera de 1940- apunta en esta dirección. Hasta 1990, bajo el Gobierno de Mijail Gorbachov, no se aclaró la responsabilidad del régimen soviético en estas muertes. Moscú siempre las había atribuido a los nazis. Wajda, cuyo padre, capitán del 72º regimiento de infantería polaco, fue asesinado en Katyn, cree que la película será su último trabajo. A sus 82 años, el director de películas como ´Pokolenie´ o ´Cenizas y diamantes´ explica que necesitaba relatar esta historia. "Tenía 13 años cuando ocurrió y sufrí directamente sus consecuencias".

Ewa Stankiewicz sólo tiene 41 años y es de Wroclaw, al suroeste de Polonia. Vivió la mitad de su vida durante el comunismo. Filóloga de formación, activista social por vocación y cineasta por pasión, es autora junto a Anna Ferens de un excelente largometraje, ´Trzech Kumplí´ (´Tres amigos´), que narra una historia real. Staszek Pyjas fue asesinado por la policía comunista, su amigo Leszek Maleszka resultó ser un chivato, y el periodista en activo Bronislaw Wildstein, que les conoció a ambos, sigue queriendo saber la verdad. Stankiewicz explica que su película es "la historia de un crimen sin castigo en la Polonia democrática".

La cineasta señala que ha recibido "buenas críticas", pero admite que "puede molestar a los que no quieren que se conozca el pasado reciente".

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