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sábado, 18 de febrero de 2012

El hombre que mató a Liberty Valance

Obra memorable, que revoluciona el género mediante la transgresión de sus propios códigos. Una reflexión de lirismo inaudito, de desatado romanticismo, acerca del significado del honor, de la distancia entre realidad y leyenda, todo ello retratando a unos personajes crepusculares y atormentados, repletos de matices.


Ford tenía algo más de 65 años cuando rodó esta película. En aquella época el cine clásico se desangraba ya sin remisión; el trasvase de directores iniciados en la TV era imparable y los viejos artesanos tenían cada vez menos predicamento y debían adaptarse.

Tom Doniphon (John Wayne) quemó su casa protestando por un amor perdido y rindiéndose ante lo que sabía inevitable; Ford agotó un género desde la reflexión meticulosa y crepuscular.

Tom dejó su sitio a las compilaciones de legislación y a las asambleas de gentilhombres; Ford apuró posibilidades para que fueran otros, era el turno de esos otros, los que estiraran desde la sobreexcitación lo que él había detallado ya desde el brío y la ternura de un cine con ansias de mito y armazón de orfebrería en estado puro.

Tom disparó el último tiro para así convertir en leyenda el inevitable futuro en el que ya no tenía sitio; Ford grabó en un anticuado blanco y negro la perfección de una forma de hacer cine y dejó paso a la necesaria renovación, a la inexcusable evolución.

Y es que, por mucho que se insista en otorgar el calificativo de crepuscular a películas como Grupo Salvaje, es esta película de Ford la que mejor refleja aquello que esos antihéroes mitificados por el western clásico perdieron con la llegada del ferrocarril y de los “attorney at law”. Quizás porque el propio Ford se estaba disipando también entre el ineludible empuje de los Leone, los Lumet o los Frankenheimer, y ante esa imparable locomotora cuyo innovador trayecto culminaría en los 70.

Así que condensó toda la nostalgia que fue capaz de rescatar en un cactus, un sombrero vaquero a uno noventa y tres del suelo y en una vieja cabaña en llamas. Así lo hizo y luego se marchó. Y se marchó sí, ya lo creo. Aunque aún le quedaran tres o cuatro pelis más.

Se puso el parche, nos dio la espalda y se alejó después de descerrajarle un tiro a la historia del western, del cine clásico, del cine en general, del western crepuscular y a la madre que nos parió. John Ford, coño. John Ford es el cine.

 

TÍTULO ORIGINAL The Man Who Shot Liberty Valance
AÑO 1962


PAÍS
DIRECTOR John Ford
GUIÓN James Warner Bellah & Willis Goldbeck (Historia: Dorothy M. Johnson)
MÚSICA Cyril Mockridge (AKA Cyril J. Mockridge)
FOTOGRAFÍA William H. Clothier (B&W)
REPARTO James Stewart, John Wayne, Lee Marvin, Vera Miles, Edmond O'Brien, Andy Devine, Ken Murray, John Carradine, Jeanette Nolan, John Qualen, Woody Strode, Lee Van Cleef, Strother Martin, Denver Pyle
PRODUCTORA Paramount Pictures
PREMIOS 1962: Nominada al Oscar: Mejor vestuario (Blanco & Negro)
GÉNERO Western | Película de culto
SINOPSIS Un anciano senador del Congreso de los Estados Unidos, Ransom Stoddard (James Stewart), relata a un periodista la verdadera historia de por qué ha viajado junto a su mujer Hallie (Vera Miles) para acudir al funeral de un viejo amigo, Tom Doniphon (John Wayne). Todo comenzó muchos años atrás, cuando Ransom era un joven abogado del este que llegó en diligencia a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía e imponer la ley. Poco antes de llegar a su destino, es atracado y golpeado brutalmente por el temido pistolero Liberty Valance (Lee Marvin).

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