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sábado, 9 de julio de 2011

Gran Hotel



Vicki Baum se llevó una agradable sorpresa cuando vio su novela “Gran Hotel” publicada. Hasta ese momento yacía como manuscrito olvidada en su casa de Alemania, país en donde pasó la primera guerra mundial. Allí se la encontró un amigo de la escritora austriaca y gracias a sus buenos oficios la empresa se llevó a cabo. Años más tarde la novela fue reconvertida en una obra teatral y posteriormente en esta película que rueda Edmund Goulding en 1932.La Metro había apostado fuerte por el proyecto porque sacó de su fondo de armario a la artillería pesada: Greta Garbo, Joan Crawford, John Barrymore, y un largo etcétera de magníficos actores. El negocio le fue bien: los beneficios que la productora consiguió fueron el doble de los que había invertido y obtuvo además el Oscar a la mejor película de ese año.Y no solo el negocio. La película arroja un resultado artístico excelente, y el conjunto funciona a la perfección. El guión de William Drake es eficacísimo. Ahora es frecuente ver películas en donde se nos cuentan historias de vidas entrecruzadas, pero a principios de los años treinta el reto de hacer una especie de puzzle tenía sus riesgos porque los gustos del público eran bastante más lineales. Goulding maneja muy bien los mimbres, a pesar de las susceptibilidades y rivalidades que había en el casting. No es una casualidad que las actrices protagonistas no tengan ninguna escena en común. La Garbo tal vez está algo pasada, pero completa un personaje excéntrico, que le va a las mil maravillas porque ella era exactamente así. La Crawford está estupenda en ese papel de secretaria que lucha por su propia supervivencia. La escena en la que Barrymore flirtea con ella y le pide una cita para el día siguiente es una de las que todos los cinéfilos deben recordar en su memoria. Los decorados son extraordinarios. A Goulding se le nota su procedencia teatral, creando ambientes densos y creíbles. Filma el conjunto y se para en los detalles. Nos enseña la epidermis de un gran hotel –una especie de metáfora del mundo y de la vida, en donde, como dice el personaje del doctor, “no para la gente de llegar y marcharse, pero nunca pasa nada”-, pero bucea en el interior de los personajes, en algunos casos con aciertos evidentes.Por todas estas razones, “Gran Hotel” es una de las mejores películas de la década de los treinta.


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