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martes, 19 de julio de 2011

El hombre de Alcatraz




En su magnífica película “El hombre de Alcatraz”, John Frankenheimer nos ofrece un relato humanista, sobre como lograr mantener la dignidad en la vida carcelaria a través de la transformación del preso Robert Stroud, estupendamente interpretado por un inconmensurable Burt Lancaster, seguramente en uno de los mejores trabajos de su vida cinematográfica. Con una selecta compañía de secundarios como Kart Malden, Telly Savalas, Thelma Ritter, Neville Brand y una excelente composición musical del gran Elmer Berstein.Robert Stroud quizás se hubiera vuelto loco a la larga, pero un cierto día dando su solitario paseo por el patio bajo una fuerte tormenta, se encuentra una cría de gorrión que necesita cuidados…aquella pobre vida en sus manos cambia su manera de ser, quizás el hacer algo útil y bueno, además es la única forma de vida de la cárcel que le corresponde con cariño desinteresado, una vida de pájaro, libre de ir donde sea, puro y limpio para él, que no ha conocido más que maldad y crueldad. Poder cuidar de ese pájaro quizás es trascender esos muros de hormigón, cuidar de esa parte de libertad que él no tiene, es hacer llegar algo de sí mismo más allá de los muros y alambradas…. predecible que el pajarillo prefiera la cómoda estancia de la cárcel antes de la ruda vida afuera: propio de muchos exconvictos que vuelven a delinquir solo para volver a la comodidad y la seguridad de la prisión.Como se dice en la película, la cárcel no devuelve la dignidad a un hombre, solo puede hacerse digno así mismo siendo (y sobre todo sintiéndose) realmente útil a la sociedad, la cárcel sólo le quita la libertad y su dignidad dándole un número de preso.


La lástima es que la historia de Robert Stroud no fuera exactamente como se describe en la película, porqué realmente era un tipo bravucón, problemático, arisco y pendenciero con sus compañeros de prisión y tuvo muchos altercados, además algunos equipos de laboratorio que usó (para sus estudios) muchas veces fueron servidos para destilar alcohol.

Esta pequeña joya de John Frankenheimer bien pudiera considerarse como la mejor película de tema carcelario. Basada en la vida real del presidiario Robert Stroud y rodada con una estupenda fotografía en blanco y negro, se convierte en todo un alegato de la redención y reinserción del individuo como algo infinitamente más humano que el castigo. Así nos lo comunica desde las entrañas Burt Lancaster, quien se mete en el pellejo de este hombre ofreciéndonos una de las más grandes interpretaciones de su filmografía, dentro de una obra que trasluce una muy buena dirección de actores donde sería injusto no destacar también los papeles de un convincente y tierno Telly Savalas y de un implacable Karl Malden.De todos los convictos que pasaron por la que fuera la más importante prisión de los Estados Unidos fue posiblemente Stroud el que dejó una mayor huella alcanzando su historia la fama. Este hombre de Alcatraz –en realidad el hombre de los pájaros de Alcatraz– demostró gracias al tesón y una voluntad indomable que toda persona merece una segunda oportunidad, pues algo tan sencillo como un pequeño canario puede sacar a flote esa humanidad que todos llevamos dentro, aunque a veces esté demasiado dentro.La película fue un éxito de público y crítica en su estreno de 1962 y consolidó tanto a su aún novato director como a su protagonista recibiendo cuatro nominaciones a los Oscar el mismo año en que las excelentes “Lawrence de Arabia” y “Matar a un ruiseñor” acapararon los principales galardones. Sin embargo, al verdadero Robert Stroud, que murió el 21 de noviembre de 1963, nunca le fue permitido verla.

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