
“Al menos nunca serás un vegetal, aún las alcachofas tienen corazón.”
Y si no, que se lo digan a Amelie, la chica que en su infancia fue limitada por la falsa preocupacion de su padre de que ella sufria del corazon. Bajo estas condiciones Amelie casi no tiene contacto con otras personas. Esto la lleva a recurrir a su propio mundo fantastico y a sueños de amor y belleza. Ella luego se vuelve una joven adulta y se muda al centro de Paris trabajando como mesonera. Despues de encontrar un tesoro oculto perteneciente al anterior inquilino de su apartamento, ella decide buscarlo y devolverselo. Despues de ver la reaccion del hombre y su nueva perspectiva ante la vida, ella se propone dedicar su vida a ayudar a la gente a su alrededor. Como por ejemplo, a su padre, quien esta obsesionado con los enanos de jardin, un escritor sin exito, una hipocondriaca, un hombre que acosa a sus ex-novias, el "fantasma", una joven alma suprimida, el amor de su vida y un hombre cuyos huesos son tan fragiles como el cristal. Pero despues de agotarse llevando a cabo estas travesuras, ella se da cuenta de que esta descuidando su propia vida y la busqueda de su amor. Amelie entonces descubre que debe ser mas agresiva y tomar el control de su vida para conseguir el amor con el que siempre soñó.
Amélie (título original: Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, "El fabuloso destino de Amélie Poulain") es una película francesa del género comedia romántica estrenada en 2001. El lema de la película era "Ella cambiará tu vida..." (En francés: "Elle va changer ta vie...").
Co-escrita junto a Guillaume Laurant por su director, Jean-Pierre Jeunet, la película tiene como protagonistas a Audrey Tautou (Amélie Poulain) y a Mathieu Kassovitz (Nino Quincampoix).
Comienza con una voz en off que narra la niñez de Amélie, la cual creció aislada del resto de los niños por decisión de su padre, debido a su equivocada creencia de que ella sufría problemas cardiacos (equivocado pues cada
vez que él le hacía un chequeo médico en casa, el corazón de Amélie se disparaba simplemente por el contacto físico con su padre, ya que él normalmente nunca era afectivo con ella). Este hecho, junto con el ambiente tenso que imperaba en su casa debido también a la naturaleza inestable y nerviosa de su madre, y sobre todo por la trágica muerte de ésta al caérsele encima una turista suicida que se lanzó al vacío desde lo alto de la iglesia de Notre Dame, lo que agudizó las tendencias antisociales de su padre, hacen que la niña desarrolle una inusual y activa imaginación. Como se cita en la película, “pasan los dias, los meses y después los años. A su alrededor todo parece tan muerto que Amélie prefiere soñar hasta alcanzar la edad para irse de casa". Amélie cumple 22 años y deja su casa para instalarse en un apartamento en Montmartre que se costea trabajando como camarera del "Café des 2 Moulins” (café los 2 molinos). Allí se da a conocer una serie de personajes de lo más excéntricos con los que Amélie interactuará durante toda la película:

Suzanne, la dueña, antigua artista del desnudo, que cojea un poco pero nunca derrama nada, a la que le gusta ver a los atletas que lloran por desilusión y no le gusta que un hombre sea humillado en presencia de su hijo.
Georgette, la vendedora de tabaco hipocondríaca, la cual odia la frase “el fruto de su vientre”.
Gina, camarera como Amélie, cuya abuela era sanadora, y a quien le gusta hacer tronar los huesos de los dedos.
Hipólito, un escritor fracasado, a quien le gusta ver toreros corneados en televisión.
Joseph, el amante rechazado de Gina, quien se pasa espiándola todo el día y a quien sólo le gusta explotar el papel de burbujas.
Philomène, azafata de vuelo, a quien le gusta el ruido producido por el tazón del gato en el azulejo, al cual le gusta oir historias para niños.
Amélie no tiene novio, lo intentó una o dos veces, pero los resultados la desanimaron. En su lugar Amélie ha cultivado un gusto por los pequeños placeres, como: meter la mano en un saco lleno de legumbres, romper la capita de azúcar caramelizado de una crema catalana con una cuchara, verle la cara en la oscuridad en el cine a la gente, lanzar piedras en el canal de San Martín o tratar de adivinar cuántas personas hacen algo en un determinado momento.
Pero el 30 de agosto de 1997 ocurre el evento que cambiará la vida de Amélie. Tras una serie de circunstancias por el shock ocasionado al enterarse por televisión del accidente de Lady Di, descubre tras una losa de su baño el pequeño tesoro guardado por un niño hace cuarenta años. Fascinada por el hallazgo, el 31 de agosto a las 4:00 de la madrugada, tiene una idea espectacular: dondequiera que esté, Amélie encontrará al dueño y le devolverá su tesoro. Si lo conmueve, se convertirá en una vengadora del bien. Si no, pues no.
Con la ayuda de su vecino Raymond (un anciano conocido como “el hombre de cristal” por la debilidad de sus huesos, que lleva 20 años sin salir de casa y que sólo ve el mundo a través de la reproducción de un cuadro de Pierre-Auguste Renoir) y tras una larga búsqueda por toda la ciudad, Amélie consigue finalmente localizar al dueño del tesoro y devolvérselo de forma casual tras una estrategia muy original. El dueño no sólo se emociona profundamente al descubrir que toda su infancia estaba en esa cajita, sino que además se plantea mejorar su vida actual.
En ese momento Amélie tiene una sensación de completa armonía y decide volcarse hacia los demás para crearles felicidad en sus vidas.
Pero mientras todo esto sucede y nadie se preocupa por Amélie, ella se ve forzada de forma involuntaria a examinar y valorar su vida solitaria. Este sentimiento se agudiza especialmente tras conocer a Nino, un chico tan raro y soñador como ella, que trabaja medio día en “el tren del horror” y el otro medio en un sex shop, que colecciona las fotos que la gente va desechando en los fotomatones. Amélie siente fascinación por Nino pero prefiere un encuentro casual a una presentación directa. Lo intenta varias veces sin éxito y acaba dejándolo por imposible. Pero finalmente Raymond, le corresponde con la misma moneda a Amélie, incitándola a buscar lo que había dejado en un segundo plano: su propia felicidad. Así, Amélie, acaba felizmente en los brazos de Nino al que besa de la forma más sutil y complaciente que se pueda imaginar.
Pero mientras todo esto sucede y nadie se preocupa por Amélie, ella se ve forzada de forma involuntaria a examinar y valorar su vida solitaria. Este sentimiento se agudiza especialmente tras conocer a Nino, un chico tan raro y soñador como ella, que trabaja medio día en “el tren del horror” y el otro medio en un sex shop, que colecciona las fotos que la gente va desechando en los fotomatones. Amélie siente fascinación por Nino pero prefiere un encuentro casual a una presentación directa. Lo intenta varias veces sin éxito y acaba dejándolo por imposible. Pero finalmente Raymond, le corresponde con la misma moneda a Amélie, incitándola a buscar lo que había dejado en un segundo plano: su propia felicidad. Así, Amélie, acaba felizmente en los brazos de Nino al que besa de la forma más sutil y complaciente que se pueda imaginar.
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