Por más que lo intente, y aunque no estíes de acuerdo, no puedo dejar de pensar en la pizpireta chica nacida en Fairfield (Connecticut,
Estados Unidos) el 19 de noviembre de 1961 estudió periodismo en la
Universidad de Nueva York. Pero lo suyo era la actuación, ámbito
profesional en el que debutó en 1981 gracias a 'Ricas y famosas',
una película de George Cukor cuyo reparto encabezaban Jacqueline Bisset
y Candice Bergen. Pasó por diferentes series de televisión, pero la que
probablemente sea su primera aparición notable fue la de 'Top Gun', un filme de Tony Scott protagonizado por Tom Cruise y que aún hoy sigue siendo su cinta más taquillera.
Aunque la que verdaderamente selló su destino fue 'Cuando
Harry encontró a Sally'. La película de Rob Reiner presentaba a dos
jóvenes con opiniones muy dispares sobre la amistad y el amor cuya
atracción va intensificándose a medida que pasa el tiempo. La
extraordinaria química entre Meg Ryan y Billy Crystal la convirtió en un
auténtico éxito. Aunque lo que más se recuerda es la escena en la que
Ryan simula un orgasmo ante la asombrada mirada de Crystal. Un corte que
testimoniaba las impresionantes dotes cómicas de esta actriz que se
labraría una gloriosa carrera dando vida a mujeres empeñadas en lograr
el amor por muchas lágrimas que tuvieran que derramar en el camino.
Así ocurría en 'Algo para recordar'
(Nora Ephron, 1993), donde protagonizaría otra de las escenas más
románticas de la historia del cine, esa en la que se encuentra con un
lacerado Tom Hanks en el Empire State Building. Era su segundo trabajo
con el oscarizado protagonista de 'Philadelphia'. Ya habían coincidido
en 'Joe contra el volcán' (John Patrick Shanley, 1990) y aún habrían de hacerlo una vez más, en 'Tienes un e-mail'
(Nora Ephron, 1998), conformando una de las parejas preferidas por el
público que gusta de una buena historia lacrimógena con final feliz.
Los años noventa estuvieron plagados de intervenciones en películas de ese estilo. 'Cuando un hombre ama a una mujer'
(Luis Mandoki, 1994) supuso quizás su principal reto interpretativo,
con un personaje atormentado, esclavizado por el alcohol, y un marido,
Andy Garcia, decidido a recuperar a la mujer que un día le robó el
corazón y que se había sumido en una espiral autodestructiva. Más planas
resultaron otras cintas como 'El genio del amor' (Fred Schepisi, 1994), 'French Kiss' (Lawrence Kasdan, 1995), 'Adictos al amor' (Griffin Dunne, 1997) o 'City of Angels' (Brad Silberling, 1998)
Con el cambio de siglo, Meg Ryan comenzó a dosificar más sus apariciones en la gran pantalla. 'Colgadas' (Diane Keaton, 2000), 'Kate & Leopold' (James
Mangold, 2001) seguían dentro del guión que ella o más bien la
industria habían escogido. Pero comenzaba a aflorar un deseo de
desmarcarse del estereotipo de chica ideal que habían dibujado sus
anteriores filmes. Así, Meg Ryan exploró papeles más arriesgados en
cintas como 'Prueba de vida' (Taylor Hackford, 2000), 'En carne viva' (Jane Campion, 2003) o 'Contra las cuerdas' (Charles S. Dutton, 2004). Sus últimas películas -'Mi novio es un ladrón' (George Gallo, 2008), 'The Women' (Diane English, 2008) y 'Serious Moonlight'
(Cheryl Hines, 2009)- no han funcionado demasiado bien. Meg Ryan parece
haber perdido lo que en otro tiempo tuvo, una conexión infalible con el
público, por lo que parece empeñada en reinventarse.
Si ella quisiese, yo no tengo ningún inconveniente en echarle un cable.
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