En ella, George (Richard Burton) y Martha (Elizabeth Taylor) son un matrimonio que se odia a muerte. Ambos conocen perfectamente los puntos débiles del otro. George es un profesor universitario alcohólico y Martha es una mujer frustrada y dominante, con muy mal carácter. Una tarde invitan a un profesor recién llegado a la Universidad, Nick (George Segal) y a su esposa, Honey (Sandy Dennis) a tomar una copa, iniciándose un juego cruel.
La película fue la única nominada para los Premios Óscar en cada categoría en la que podía ser elegible (película, actor, actriz, actor de reparto, actriz de reparto, director, guión, dirección artística/decoración del set (blanco y negro), cinematografía (blanco y negro), sonido, diseño de vestuarios (blanco y negro), música y montaje). Cada uno de los cuatro actores fue nominado para un Oscar, pero sólo Elizabeth Taylor (Oscar a la mejor actriz) y Sandy Dennis (Oscar a la mejor actriz de reparto), lo ganaron. La película también ganó el premio de Oscar a la mejor fotografía en blanco y negro por el gran trabajo de cámara de Haskell Wexler (fue la última película en ganar en dicha categoría antes de que fuera eliminada). También recibió: El Oscar a la mejor dirección de arte B/N El Oscar al mejor diseño de vestuario B/N Y fue nominada en las categorías: Al mejor actor - al mejor actor de reparto - al mejor director - al mejor montaje - a la mejor película - a la mejor banda sonora - a la mejor canción original - al mejor sonido - al mejor guión adaptado. Recibió además: El Premio BAFTA a la mejor película (Mike Nichols), y los premios ya eliminados, al mejor actor británico (Richard Burton), a la mejor actriz británica (Elizabeth Taylor). El Premio New York Film Critics Circle Awards (Premio del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York) a la mejor actriz (Elizabeth Taylor).
Sin lugar a dudas, un gran duelo interpretativo entre Richard Burton y Elizabeth Taylor, por aquel entonces casados, bien secundado por la otra pareja protagonista del film, George Segal y Sandy Dennis. Célebre por contener una de las mejores interpretaciones, si no la mejor, de Taylor y por una puesta en escena brillante que, sin deshacerse de su origen teatral, logra tener entidad propia como largometraje.
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